Blog de Juan Gabriel Estellano.

31 de julio de 2011

Viajamos en un trufi kamikaze hasta Totora y tras un par de noches aguantando los ronquidos de Álex nos fuimos para Aiquile. El menu en los veinte restaurantes del pueblo era el mismo, pollo. Llegamos para la feria agricola, entre cowboys escuchamos las historias de cuando el diablo paso por Aiquile destrozando la iglesia, ahora renovada y mucho más grande, no como las casas que dio el gobierno para indemnizar después del terremoto, un cuartito de 6x6 con el techo rozando la cabeza, en un pueblo donde se agradece un poco de aire fresco. Aiquile ahora ya reconstruido ha dejado que a las casas coloniales les crezcan cactus en las tejas y cambiando el adobe por cemento el pueblo se vuelve, lamentablemente, cada vez mas gris, con pequeñas excepciones como la casa de la flia. Camacho que la mantienen como hace cien años. Entre cáctus, molles y algarrobos el pueblo se caracteriza por la elaboración de charangos.

una de vaqueros:












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